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En la profesion de la Señora Warren, obra que causo, como casi todas las de George Bernard Shaw, una crisis durante su estreno, la protagonista, ante el susto que demuestra su hija por el trabajo que debe llevar a cabo para vivir responde con un monologo admirable.
Alli, como siempre hace en sus obras, el socialista fabiano Shaw explica, a traves de su heroina, a la pacata sociedad reaccionaria en la cual vive -y gracias a la cual, por otra parte, se hizo rico- que no cree en el destino definido, que cada persona hace su propia suerte.
Segun las reseñas que se guardan, todavia, de ese estreno, no fueron pocos los hombres que quisieron mandarle sus padrinos a Shaw y tampoco fueron pocas las mujeres que, ante esta declaracion, se convencieron que el dramaturgo, por mas genial que fuera, estaba loco.
Sin embargo, todo cambia y, hoy en dia, la obra de Shaw sirve para demostrarnos que todos podemos elegir nuestro destino, que nada esta escrito ni mucho menos definido, que somos libres para hacer lo que querramos. ¿Porque, entonces, cuando tenemos que elegir que hacer nos decantamos inevitablemente por empleos mediocres, aburridos, predecibles, que parecen fotocopiados unos de los otros, donde es simple saber que haremos mañana porque sera practicamente lo mismo que ayer y no diferira demasiado de lo que hagamos mañana?
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